El tresillo de la Asociación de Vecinos de Gros

“Uno de mis mejores recuerdos infantiles está vinculado a un cine muy especial. Estaba ubicado en pleno barrio de Gros, concretamente en la calle del Padre Larroca, a no muchos metros de la iglesia de San Ignacio. Debo decir que asistí con mayor regularidad a sus proyecciones que a las preceptivas misas de aquella entrañable parroquia. Me estoy refiriendo al también entrañable Cine-Club de la Asociación de Vecinos de Gros, una de las pocas ocasiones en las que una asociación de vecinos ha servido para algo más que discutir sobre los problemas de la fachada o las baldosas del portal.

Todavía hoy me sigue costando llamar cine a aquel local al que se accedía bajando unas escaleras. Los recuerdos se me entremezclan con la ensoñación: ¿la pantalla era una pared blancuzca tirando a amarillenta o bien era una sábana, tampoco excesivamente blanca, estirada a modo de pantalla? ¿el proyector era de S-8 o 16 mm o a pedales? Lo que sí tengo impreso en la memoria (y en las posaderas) son las sillas de madera plegables que hacían interminable la proyección si no te gustaba excesivamente la película. También recuerdo la escalera de madera que llevaba a un bar en el piso superior cuyo ruido, debido a las voces de los vecinos no tan cinéfilos, a veces ahogaba el también ruido infernal del proyector y resurgía de manera implacable en cuanto cesaba aquel en los cambios de bobina, una actividad en la que llegábamos a participar los espectadores si se le atragantaba el rollo al que se encargaba de la proyección y demás rectores.

Inolvidable fue la sustitución de unas sillas en la primera fila por un sillón tres plazas, un sillón casero como de salita de estar, que algún vecino debió de legar al cine-club en vez de llevarlo al contenedor de la basura. No pocos mirábamos con admiración a los tres elegidos (o menos, si uno se medio tumbaba) que lograban aposentarse en sus mullidos (¿o no?) almohadones para ver la película. Más de uno se quedó dormido placenteramente, cosa harto imposible en las sillas de madera por más que la película fuera apta para conciliar el sueño.

Mención aparte merece esa gran familia que formábamos tanto los rectores del cine-club como los habituales espectadores. Entre estos rectores estaba lo más granado de la cinefilia donostiarra de todos los tiempos: el siempre bien conservado, cual Benjamin Button local, Fernando Mikelajauregi;  Mikel Olaciregui y su encantadora esposa;  el fornido de finas maneras Marcelino, etc… estoy convencido que todos ellos albergan una mirada nostálgica hacia esa etapa, por más que hayan triunfado en otras facetas (lo mismo que, seguro, le sucede a Rebordinos con su King Kong Zinema Taldea), en un tiempo en que, aparte de más jóvenes, todavía teníamos pasión por el cine y lo vivíamos contra viento y marea, lejos de las veleidades técnicas actuales.

Ah, ponían películas, buenas películas (Tourneur, RKO, Polanski, ‘Rebelión a bordo’, Fritz Lang, Hermanos Marx…). Y nunca las hemos vuelto a ver como entonces”.

(Federico Corcuera)

1077763_o (1)Biblioteca de Koldo Mitxelena Kulturunea DFG

 

¿Alguien conoce más detalles sobre el cine-club de la Asociación de Vecinos de Gros? ¿Alguna fotografía? Todas las aportaciones son bienvenidas.

Si, como Federico, quiere compartir algún recuerdo con nosotros, anímese a hacerlo enviándonos unas líneas a aquelloscines@sadecine.com

(Fotografía de la calle Padre Larroca procedente de la Biblioteca Koldo Mitxelena Kulturunea, Diputación Foral de Gipuzkoa).



'El tresillo de la Asociación de Vecinos de Gros' has 1 comment

  1. 15 marzo, 2016 @ 8:36 pm Iñaki

    Simplemente, ¡¡¡ muchas gracias !!! a D. Federico Corcuera.


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