Gilda, por siempre amada nuestra

Este sábado se celebra el ‘Gilda Eguna‘, un evento promocional que rinde homenaje a la gilda, el popular pintxo, y a ‘Gilda’, la mítica película de Charles Vidor con una Rita Hayworth en estado de gracia. Antes de volver a ver el largometraje y degustar la banderilla, en Aquellos Cines Donostiarras recordamos cuatro detalles de su historia.

– La mejor campaña de marketing. La magnética, romántica, atormentada y glamourosa película de cine negro contó con una campaña de oposición por parte de la Iglesia que produjo el efecto contrario. Otorgó a ‘Gilda’ la clasificación de “película moralmente peligrosa” y el obispo de Canarias, Antonio de Pilsain y Zapiáin, pidió su prohibición y advirtió a los creyentes que “no podrán presenciarla sin gravar su conciencia con pecado mortal“. Aquello, unido a los falsos rumores de que la censura había suprimido un inexistente desnudo de Rita Hayworth, convirtió a ‘Gilda’ en la película que había que ver… aunque con mayor o menor cargo de conciencia.

– Rita, entre los Reyes Magos y la izada. En San Sebastián, ‘Gilda’ fue un regalo de Reyes, pues se estrenó el 5 de enero de 1948 en el salón Miramar. Allí permaneció hasta el 13 y al día siguiente pasó al Bellas Artes, donde se despidió el 19 de enero. Como tal día se proyectó en sesiones continuas desde las 5,15 hasta la 1 de la madrugada, habría donostiarras que durante la izada de bandera estarían viendo la famosa bofetada de Glenn Ford a Rita Hayworth o el insinuante baile de ella quitándose los guantes. Aunque la película fuese muy comentada, la prensa donostiarra de la época no reflejó todo el fenómeno social que supuso. En ‘La Hoja del Lunes de San Sebastián’ llama la atención que no la mencionasen en su repaso a los estrenos. En ‘El Diario Vasco’, Goñi de Ayala elogió abiertamente la película, esquivando su aspecto moral: “Tanto el mérito de la técnica como el de la intérprete principal son de tal naturaleza que no cabe hacer el más leve reparo. Conste que hablamos desde el punto de vista artístico, únicamente”.

– Guindilla, anchoa y aceituna. Desde 1942, el despacho de vinos del navarro Blas Vallés estaba funcionando en la donostiarra calle Reyes Católicos. Para acompañar a los caldos, sacaba a veces guindillas, aceitunas o/y anchoas. Se cuenta que uno de los clientes habituales, Joaquín Aramburu ‘Txepetxa’, empezó a combinar los tres ingredientes, insertándolos en un palillo. Blas Vallés cogería la idea. Había nacido una nueva banderilla. Como ‘Gilda’ estaba de moda y, al igual que el pintxo, tenía fama de “verde, salada y un poco picante”, alguien en Casa Vallés empezó a aplicarle tal nombre.

– Las lágrimas de Glenn. Saltamos al Festival Internacional de Cine de 1987. El Premio Donostia se otorga a Glenn Ford, quien se encuentra deprimido tras el fallecimiento de Rita Hayworth cuatro meses antes. El actor elige, lógicamente, la película que les unió para que se proyecte tras la entrega de su premio en el Victoria Eugenia, y se emociona. Según contó Diego Galán, “vivió aquella proyección de ‘Gilda’ entre continuos sollozos. Ante la espectacular aparición de Rita en aquel inolvidable plano sobre su cabellera rubia, Glenn Ford lanzó un largo y entrecortado quejido, y se levantó buscando refugio entre las cortinas del palco, donde siguió llorando. Era impresionante verle”.

(Arriba, pequeño anuncio de la época facilitado por una familia cinéfila donostiarra).

(Anuncios publicado el 4 de enero de 1948, en ‘El Diario Vasco’ y el 5 de enero del mismo año, en ‘La Hoja del Lunes’).

 



'Gilda, por siempre amada nuestra' no tiene comentarios

¡Sé el primero en comentar esta entrada!

¿Quieres compartir lo que piensas?

GrupoSade  &  Mikel G. Gurpegui 2015 - aquelloscines@sadecine.com