Los cines a los que se iba en funicular

Nunca fue una sala al uso, dada su ubicación y su papel secundario dentro de un complejo de ocio. Nos faltan datos concretos sobre sus características y evolución. Pero no queremos dejar de referirnos en Aquellos Cines Donostiarras al cine, o más bien los cines, que funcionaron en el parque de atracciones del Monte Igueldo.

El parque empezó a funcionar el 25 de agosto de 1912, con la inauguración del funicular que acercaba la cumbre del monte Igeldo a cargo de la reina María Cristina. “La vista más bella del mundo” era el reclamo del parque de atracciones, cuyo centro inicial era el casino (de corta duración; el juego se prohibió en 1925), el restaurante y los salones de baile. El encantador ‘río misterioso’, el estanque con barcas y el laberinto se completarían con la puesta en marcha de la montaña suiza ya en 1937.

1912. La Voz de G 25ag1912 inaug funicular.jpeg

Igeldo no tenía cine en sus comienzos, pero parece que pronto, quizás hacia 1914, ya empezó a funcionar una pequeña sala de proyecciones, en la que se ofrecían películas de cine mudo acompañadas de un piano o pianola. Nada sabemos de las características de aquel “cinematógrafo con películas cómicas”.

1927. El Pueblo Vasco 21ag1927.jpeg

Con la extensión del cine sonoro, a comienzos de los años 30, los gestores del parque habilitan dentro del mismo edificio que alberga los salones de baile, el restaurante y el casino una segunda sala, más espaciosa y con asientos abatibles de madera, dotada con el proyector y las instalaciones precisas para las películas sonoras. Este es el cine que nuestros seguidores más veteranos recordarán. Los siguientes anuncios de agosto de 1933 y agosto de 1935 lo mencionan.

1933. El Día 3ag1933 Cine sonoro.jpeg1935. El Día 11ag1935 dos pelis.jpeg

En todo caso, la proyección de películas era un complemento, durante la temporada veraniega, al resto de atractivos de Igeldo, como muestra que con frecuencia no apareciese anunciado el título de la película o películas o su horario de inicio.

Tras el parón por el estallido de la Guerra Civil, el parque de atracciones y el cine del monte Igueldo retomaron pronto su actividad, como recogió Felipe Cabrerizo en ‘La Atenas militarizada’, su estudio sobre el cine en Gipuzkoa durante la Guerra Civil: “La primera proyección (durante la guerra) tuvo lugar el 6 de junio de 1937 con la película ‘Ilusiones de gran dama’ ‘(Einmal eine grosse dame sein’, Gerhard Lamprecht, 1934), cinta alemana al servicio de una de las grandes actrices de la UFA, Käte von Nagy. Durante el resto del verano se celebraron dos sesiones diarias, bien a las 4 y las 6, bien a las 5 y las 7, según se celebrara o no ese día corrida de toros, y normalmente su cartelera estaba cargada de películas alemanas, por lo general operetas, cintas musicales y melodramáticas, que se completaba con el alquiler de  viejas películas españolas o americanas, vistas ya una y mil veces en los  cines donostiarras. No era un programa de gran  calidad,  pero  alcanzó un cierto éxito y los gestores del Parque de Atracciones decidieron continuar con las proyecciones una vez concluida la temporada veraniega”.

http://www.kutxateka.eus/m/0f0cbaf0943048ec709687837c2e060925701adeafbb152f01bdb98215d3ef6c

Aunque nunca llegó a alcanzar el rango de las demás salas de la ciudad, el cine de Igeldo registró un amplio éxito en los años 40 y 50, debido probablemente a la conjunción de tres factores:

1. Pese a que ofrecía siempre películas de reestreno, sus títulos eran del agrado del gran público y la mayoría ofrecían calidad y atractivos suficientes. Un muestreo aleatorio nos permite encontrar que el 23 de noviembre de 1945 se proyectaba ‘Vivir para gozar’, con Katharine Hepburn y Cary Grant, el 5 de julio de 1946, ‘La diligencia’, y el 9 de noviembre de 1957, ‘Malvaloca’.

2. Su conexión con la sala de baile. Algunos veteranos rememoran que el salón de baile de Igueldo, lugar de encuentro los fines de semana de la juventud donostiarra, tenía conexión directa con el cine. Cuando los bailarines estaban cansados o cuando no encontraban pareja con quien bailar, accedían directamente al anfiteatro del cine, con sesiones continuas.

3. El factor fundamental: su precio (o falta de él). Para promocionar el parque de atracciones, se estableció que con el billete de ida y vuelta del funicular se tenía entrada gratuita al cine. Y al parecer el funicular costaba menos que una entrada en cualquiera de los cines de la ciudad. Económicamente, la fórmula era beneficiosa y atractiva en aquellos años de postguerra. Muchos jóvenes donostiarras (y casi todos los del barrio del Antiguo) frecuentaban por ello aquel cine del monte Igueldo.

La sala de reposiciones de Igueldo no ofrecía programación estable. Por ejemplo, durante buena parte de los años 50 funcionaba de viernes a domingo, con alguna ampliación durante el verano. Sin embargo, llegó a incorporarse a la cartelera cinematográfica como un cine más, tal y como muestra este recorte de ‘El Diario Vasco’ del 7 de julio de 1965.

1965. DV 07jul1965 La cartelera cortada

Con el cierre de los salones de baile y la construcción del hotel Monte Igueldo, inaugurado en junio de 1967, desapareció también aquella peculiar sala de cine. Sin embargo, no acabó del todo la conexión del parque de atracciones con el séptimo arte, puesto que en los años 90 llegó a funcionar fugazmente una tercera sala en el parque de atracciones, dedicada a proyecciones en tres dimensiones. Estaba situada junto al mini-zoo que se instaló entonces, en un espacio que el festival Kutxa Kultur recuperaría recientemente con el sugerente nombre de ‘El teatro abandonado’.

 

(Arriba, fotografía del casino-restaurante entre 1927 y 1936, de Antonio Passaporte, vía ‘San Sebastián desaparecida’).

(Primera página de ‘La Voz de Guipúzcoa’ el 25 de agosto de 1912, con la inauguración del funicular).

(Anuncios de ‘El Pueblo Vasco’, el 21 de agosto de 1927, y el periódico ‘El Día’, del 3 de agosto de 1933 y 11 de agosto de 1935).

(Foto de muchachas en Igeldo en 1946, de Kutxateka, fondo Fotocar, Vicente Martín).

(Cartelera publicada en ‘El Diario Vasco’, 7 de julio de 1965).

 

 



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