Ver cine con los pies en la arena

El programa de la Semana Grande donostiarra recuperó el año pasado y ha mantenido esta las sesiones de cine en Ondarreta, eco de aquellas multitudinarias proyecciones que vivimos en los últimos años 80. Fue en la Semana Grande de 1987 cuando se montó el primer ciclo de cine playero, tras la buena acogida de las proyecciones que un año antes  se habían ofrecido al aire libre en la plaza de la Trinidad.

La iniciativa fue del Festival Internacional de Cine, que programó un ciclo, ‘Piratas en la playa’, con películas idóneas para ver cerca de la orilla, con títulos como ‘Rebelión a bordo’, ‘Piratas’ o ‘La isla del tesoro’. Una gran pantalla de cuatrocientos metros cuadrados y una caseta de proyección a su altura se instalaron para aquella primera experiencia del cine en Ondarreta en 1987.

El éxito de aquel plan tranquilo y cinéfilo para después de los fuegos artificiales fue enorme. “Miles de personas, según algunas fuentes alrededor de 5.000”, acudieron cada noche, según informó entonces ‘El Diario Vasco’. La iniciativa empezó con fuerza, aunque también con problemas. De lluvia, que hizo que se suspendiera una de las sesiones y otra, la de ‘Viento en las velas’, se mantuviese pese a las precipitaciones casi constantes. También con las sillas hubo problemas, ya que no había suficientes para tanta aglomeración de público.

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El éxito del cine en Ondarreta hizo que se repitiera en los veranos de 1988, 1989, 1990 y 1991, con ciclos como ‘Magia en la playa’, ‘Aventuras en el mar’ y ‘Oscar se va a la playa’, mientras la organización pasaba de manos del Festival Internacional de Cine al Centro de Atracción y Turismo. De la parte técnica se ocupó entonces la empresa catalana Kelonik, que había diseñado la reconversión del Velódromo en sala de cine y ha colaborado en el aspecto tecnológico con Sade en numerosas ocasiones.

Una anécdota: En algunas de aquellas sesiones, la marea subió con más fuerza de lo habitual y empezó a chocar contra la cabina elevada desde la que un aparato de alta calidad proyectaba la película, al cuidado de un operador andaluz. Las olas hacían oscilar ligeramente la cabina y el operador, que no sabía nadar, temió que la estructura cayera, cosa que no ocurrió, y sufrió un ataque de pánico. Hubo de ser evacuado y Kelonik, conseguir otro proyeccionista para la siguiente sesión.

(Fotos de Usoz, la de la cabina y el público, y Mikel Fraile, la de la pantalla, para ‘El Diario Vasco’).



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