La desordenada e incompleta biografía cinéfila de Juan G. Andrés

Nuestro amigo Juan G. Andrés, periodista cultural en ‘Noticias de Gipuzkoa’, fotógrafo de conciertos y cinéfilo empedernido, evoca para ‘Aquellos cines donostiarras’ su primera película, su primera semana de terror y hasta su primer beso en el cine…

“La primera vez que fui al cine está envuelta en un halo neblinoso, como las imágenes que utilizaban las películas clásicas para representar los sueños o alucinaciones. Solo sé que me senté en la parte superior del antiguo Cine Príncipe y que mi tía Rosi me llevó a ver una reposición de Disney, probablemente ‘Bambi’, aunque también pudo ser ‘La dama y el vagabundo’. Toda mi memoria cinematográfica de la infancia está sepultada en lugares que ya no existen o han cambiado profundamente. Como el Trueba, al que se accedía por la calle Miracruz y no por Secundino Esnaola; allí ponían aquellas películas de Parchís, Enrique y Ana o el grupo Regaliz –aún soy capaz de cantar el estribillo de ‘Buenas noches, señor monstruo’–. O el Amaya, donde aluciné en colores durante el rescatado pase de ‘En busca del arca perdida’. Como les sucedió a decenas de miles de niños de la época, mi vocación de arqueólogo no llegó mucho más lejos de aquella sala, pero fue absoluta y sincera durante los 115 minutos del debut de Indiana Jones.

Mi padre, cinéfilo de pro, era quien me acompañaba a aquellas primeras sesiones. Yo no lo recuerdo, pero para ver ‘ET’, tuvimos que hacer cola varios días. En ocasiones rememoramos cómo el aita nos chantajeó a mi amigo Iván y a mí el día que tenían que ponernos la vacuna de turno: “Si vais al practicante sin protestar, os llevo a ver ‘El retorno del Jedi’. Por supuesto, Iván y un servidor pusimos el culo en pompa y recibimos la inyección con más estoicismo que nunca, sabedores de que tras el calvario llegaría el disfrute. Años más tarde seguí yendo acompañado al cine, en este caso con los profesores del instituto que nos llevaron al desaparecido cine Rex para ver ‘La chaqueta metálica’ en el marco de una actividad antibelicista. Supongo que en esa primera visión nos impactó más la riqueza léxica del malhablado instructor interpretado por Lee Ermey que la crudeza del mensaje que Kubrick quería transmitir, pero sigue siendo una película que reviso cada poco tiempo.

Las primeras escaramuzas cinéfilas, en solitario y sufragadas con la modesta paga semanal, fueron en otro cine maravilloso y extinto, el Petit Casino, donde saboreé thrillers impagables como ‘El silencio de los corderos’ y ‘Seven’. En el Astoria, templo de mi adolescencia, recuerdo obras maestras como ‘La lista de Schindler’ o ‘Salvar al soldado Ryan’ –ya he citado cuatro de Spielberg–, y también ‘Análisis final’, no por la calidad de aquel filme con Richard Gere, Kim Basinger y Uma Thurman, sino porque en la enorme sala 3 robé mi primer beso: qué otra cosa podía hacerse durante aquel bodriete… También escondía un propósito romántico la elección de ‘Robin Hood, príncipe de los ladrones’, título que me habría ahorrado de haber sabido que al término de la proyección me aguardaban el fracaso y varios meses de matraca con la hortera banda sonora –“Everything I Doooo!!!”, cantaba Bryan Adams–.

Concluyo esta desordenada e incompleta biografía cinéfila con un pequeño flashback para evocar mi primer contacto con un espacio que no es estrictamente un cine pero que me ha brindado –y todavía hoy sigue haciéndolo– algunas de mis mejores experiencias delante de una pantalla. Tenía 14 años cuando vi en el Teatro Principal ‘Mirindas asesinas’, el primer corto de un desconocido Álex de la Iglesia, y ‘Relatos de la medianoche’, los desvaríos en Super 8 de un tal Santiago Segura, que iba doblando su película sobre la marcha en la misma sala. Algunas proyecciones eran terroríficas y otras hilarantes, tremendamente gamberras, y en los intermedios había monstruos metiendo miedo a los espectadores e incluso un enmascarado que hacía rugir su sierra mecánica paseándose por el patio de butacas al más puro estilo ‘Matanza de Texas’. Nunca estaré suficientemente agradecido a mi padre por haberme llevado a la segunda edición de la imprescindible Semana de Terror: era 1991 y desde entonces he procurado no faltar ningún año…”.

Buenas-Noches-Senor-MonstruoEl retonro del jedi

Análisis finalMirindas-Asesinas

(Fotogramas de ‘Buenas noches, señor monstruo’, ‘El retorno del Jedi’, ‘Análisis final’ y ‘Mirindas asesinas’).

 



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