A lo largo de la historia, han sido constantes los intentos del cine por alcanzar la tercera dimensión. Aunque la mayoría estemos encantados con sus bidimensionalidad, sucesivos adelantos técnicos han relanzado en distintos momentos el cine en 3D. Una de las primeras fiebres por el cine tridimensional, en relieve se decía entonces, se vivió en los años 50. Como reacción al creciente éxito de la televisión, en Estados Unidos se desarrollaron sistemas de grabación y proyección en 3D, que llegaron hasta nosotros en el cine Miramar.
En él se proyectó por primera vez en la ciudad una película en relieve en julio de 1953, ‘Bwana: diablo de la selva’. Los espectadores se pusieron por primera vez las gafas polarizadas para ver aquella película de aventuras en la que un león parecía saltar fuera de la pantalla, aunque también tuviese ciertos problemas de sincronización.
El Miramar tardaría ocho meses en programar su segunda película en relieve. Acababa de instalar su pantalla panorámica y ofreció el primer largometraje en 3D con sonido estéreo, que produjo la Warner Bros. Se trataba de ‘Los crímenes del museo de cera’, con el inolvidable Vincent Price. Curiosamente, su realizador André de Toth nunca pudo apreciar el efecto tridimensional, puesto que era tuerto y la tecnología ‘Natural Vision’, con sus inevitables gafas, requería de los dos ojos.
“¡Llega ‘Los crímenes del museo de cera’, en relieve y a todo color!“, gritaba la publicidad de la época, que ensalzaba que por fin nos encontrábamos ante “el relieve perfecto”. La película de terror gótico permaneció en el Miramar desde el 29 de marzo hasta el 11 de abril de 1954, cuando llegó la Semana Santa. Aseguraban que “¡toda la provincia! ¡todo San Sebastián! ha comenzado a desfilar por el Salón Miramar para admirar la sorprendente maravilla en relieve y a todo color”.
(Anuncios publicados en ‘El Diario Vasco’ el 28 y el 31 de marzo de 1954).
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